Cuando dijeron autorretrato, dije: "qué difícil, no sé que decir de mí".
Es que últimamente tuve tantos cambios, físicos y en mi forma de ser, actuar y pensar. Será porque estoy en la mitad de la vida, es una broma que me gusta hacer. Hace un tiempo pasé los 40 y esto me trajo muchos cambios. Entonces no sé si hablar de la que era o de la que soy.
Empiezo por la niña: fui una niña muy inquieta, divertida, curiosa. Hacía muchas actividades, me gustaba mucho ir al teatro. De joven también era inquieta, y muy amiguera. Tan inquieta y curiosa que estudié Turismo y hoy tantos años después, puedo decir que ponerme una mochila y salir a conocer una ciudad o caminar por un sendero o una montaña y no parar hasta que los pies y el cuerpo no den más es uno de los mejores planes.
Bueno. Me fui por las ramas.
La otra etapa fue la de señora mamá, ahí sí me puse sería, y sí, en algún momento tenía que sentar cabeza. Ser madre fue sin duda lo más maravilloso que me pasó en la vida. Siempre fui una persona fuerte, de carácter, de valores. Y ahora, en este último tiempo, logré empezar a vivir un poco más tranquila, disfrutando el día a día, dejando que la vida me sorprenda. A veces me cuesta, otras lo hago con más naturalidad.
Siempre disfruté de las cosas simples, de compartir las pequeñas cosas con la gente que quiero. Físicamente siempre fui menudita, diría mi abuela. Piel blanca aceitunada, aunque no suena linda la frase, también me la decía mi abuela. El pelo y los ojos castaños y la nariz ñata. ¿Adivinen quién lo decía?
Esa soy yo: me gusta viajar, cocinar cuando tengo ganas y tiempo, me gusta decorar con cosas originales, que voy encontrando, reciclando, que eran de mi familia. También me gusta leer, aunque cada vez me cuesta más lograr ese momento.
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