Autorretrato Literario - Virginia

Me percibo así, no se si me ven así.
Mi mente es voraginosa, mi observación aguda, intrépida y holística mi mirada. Tendrá que ver con el largo transitar en lugares: suficientes (dolor, enfermedad, cuidados).
Me percibo conforme, no adaptada.
Mis pies son ágiles, acompañan a una humanidad frágil, ojos inquietos, de aparente calma.
El gran manto que me envuelve es de color triguero.
La boca sonriente muestra destellos blancos alineados en su lugar.
Figura erguida lo más posible.
Compañera de compañeros, amiga olvidadiza.
Acompañada, desde casi siempre, por cuatro parecidos, mezclados entre dos, pero con sello propio.
Caminé, cambié, modifiqué, volví a cambiar, incorporé, incorporé, incorporé.
Siempre algo superior a mí me acompaña, me dejó llevar, salgo a veces y regreso buscando eso que amo.
Mi niñez viene siempre a mí entre Morón y Lobos. Casi diría doble pertenencia, entre sanidad y enfermedad. Otra doble pertenencia, entre mamá y tú. Otra doble pertenencia y así, así...
Tengo momentos de... Me quedo en algunos por tiempo, buceo, buceo pero giro y camino nuevamente.
Historias a la luz de las velas, días lluviosos, cartas, cuentos. Todos serían reales, no sé. A veces dudo.
Entre la plástica, la música, el arte pero no me animé y soy cuidadora de esos momentos, de esos otros.
Ordenada en lo estático, desordenada en lo movible, amante de la tierra firme, los mares sin elección.
Intento ser mejor, en ese día de embarcación final, pienso, no decido, confió en el propósito en que fui y soy.

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