Soy un espejo de mano. Cuando quedo solo y nadie se mira en mí, me siento de lo peor, como que no existo y quizás tengo razón; pero los otros espejos se burlan de mí y cuando a la noche nos guardan en el mismo cajón del tocador, ellos duermen a pierna suelta satisfechos, ajenos a mi preocupación de neurótico.
["El espejo que no podía dormir", Augusto Monterroso]
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