Lago Puelo
Años pasaron antes de tomar mi decisión. Dicen que en la vida hay que hacer tres cosas: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Las primeras dos están cumplidas, solo restaría la de escribir el libro. Ahora que he perdido a mi compañera y madre de mis hijos, ha llegado el momento. Cuando hubo que elegir el lugar en donde instalarme para poder hacerlo tranquilo, no existió ninguna duda, Lago Puelo en la provincia de Chubut. Lugar de recuerdos muy intensos. El lugar.
Llamé a una agencia de turismo y reservé una cabaña:
—Tiempo ilimitado —le dije al agente— No planeo regresar demasiado rápido.
Cuando llegué al lugar y estuve frente a ese enorme espejo de agua color turquesa, a un costado del pequeño bosque de arrayanes, supe que no me había equivocado, era el lugar perfecto para descansar y escribir.
Y allí estaba yo y mis cosas: poca ropa, mi máquina de escribir (compañera de años) y varias resmas de hojas. No tenía idea por dónde comenzar, pero bueno ya saldría. Preparé café, una rica sopa y destape una botella de buen vino. Luego de cenar, me senté cómodamente frente al hogar, a terminar mi botella. Recién entonces comencé a recorrer con la vista cada rincón de la cabaña. El silencio solo era interrumpido por el chisporroteo de la leña. Debería elegir un lugar donde instalarme, con mi máquina de escribir. Guardé mi reloj, no me interesaba saber de horarios. Las cosas surgirían naturalmente. Observe un rincón, cerca de una ventana desde donde se puede observar perfectamente el paisaje. Sería allí.
Busqué una mesa adecuada, pero sólo vi una mesa ratona que no me serviría, era muy baja. Llamó mi atención un sobre sobre ella. No sabía si abrirlo o no. Decidí que sí, tal vez me lo habían dejado de la agencia de turismo. No. En el sobre solamente había un tiket. Despertó mi curiosidad. ¿Alguien lo habría olvidado? Al limpiar la cabaña, la empleada tal vez. No era hora de llamar. Lo haría mañana.
Me recosté en el sillón y no pude dejar de pensar en el dichoso ticket. Mil cosas pasaron por mi mente, no tenía nombre, ni membrete del negocio que lo había emitido. ¿Habrá sido, anteriormente, este lugar de amantes que no querían ningún dato en sus comprobantes de pago? ¿Por qué no? Tengo amigos que, confidencialmente, me han contado de sus aventuras y eran muy cuidadosos. Debo ser sincero conmigo mismo, también yo lo he sido, pero no muchas veces. El trabajo de viajante es muy solitario. Y así, casi sin querer y por un simple ticket, abandonado en la cabaña, ya tenía yo mi tema para el libro. Historia de un viajante, lo llamaría. Eso sí, tendría mucho cuidado en aclarar que cualquier parecido con la realidad era pura coincidencia.
Terminé mi vino e inmediatamente me senté a escribir, mientras exista fuego en el hogar.
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