Último día, último año de la escuela secundaria. Por fin había llegado el momento tan esperado para la promoción 2020. Juana, la alumna líder del grupo, se disponía a guardar su mochila rosa en el portaequipaje del micro, mientras empezaba a golpear los asientos usándolos de tambor y cantando a viva voz "nos vamo' a Barilo'".
Fede, Agustín, Carlos y Teo ocuparon el asiento trasero creyendo que allí escaparían de la visión de Sebastián, el profe de Educación Física. Miriam ocupó rápido dos asientos, uno para ella y otro para Juana, desde primer grado que eran amigas inseparables. Detrás, Mary y Sole, que habían llegado al comenzar el secundario pero se habían unido a Juana y a Miriam desde el primer día.
Luego de un viaje de horas llegaron por fin al Campamento del Bosque. Cielo azul intenso, lago cristalino, enormes arrayanes, flores amarillas, lilas y blancas. Cómo marco natural, las montañas con nieve en su cima.
Prepararon las carpas, esa noche los chicos cocinarían. Las chicas se dedicaron a hacer una recorrida y sacarse selfies usando de fondo el maravilloso paisaje. Juana se recogió el pelo con su vincha preferida y se puso los lentes oscuros para sacarse la última foto.
Las risas y las voces de las muchachas se vieron interrumpidas por un trueno que las dejó mudas.
- ¡Volvamos!- dijo Mary y salieron corriendo asustadas.
Juana tropezó con un tronco y cuando logró levantarse se encontró sola en medio del bosque. Empezó a caminar con dificultad, se había perdido. Su pie sangraba, se limpió con la remera. De pronto creyó escuchar a Miriam que la llamaba. Caminó en dirección a esa voz, pero solo encontró una estatua de una ninfa hecha con el tronco de un árbol que llamó la atención de Juana. Se acercó y siguió con sus dedos la forma de la escultura. Un rayo iluminó el lugar y el pánico apareció en los ojos de la muchacha que cayó desmayada. De pronto, una luz que surgió de la estatua se convirtió en otra Juana idéntica que comenzó a caminar por el bosque.
Mientras tanto en el campamento se organizaban para salir a buscarla. Los chicos llevaron linternas para poder ver en la oscuridad, aunque por suerte la luna estaba gigante y luminosa. De repente, Miriam gritó. Fede corrió a su encuentro y allí vio la escena: Miriam temblando con la mirada fija en el cuerpo de un muchacho que yacía inerte, ensangrentado, con un corte en el cuello y otro muy profundo en la cabeza. Debajo del cadáver, la mochila rosa de Juana y, apretada en el puño, la vincha preferida de su amiga.
Todo fue caos, llantos e histeria. El profe se hizo cargo y llamó a la policía local. Llegaron de inmediato para hacer las pericias. Juana seguía desaparecida y todo la inculpaba. La policía revisó el lugar buscando a la sospechosa. La encontraron junto a la estatua de una ninfa, con la mirada perdida. No podía hablar y su remera estaba llena de sangre.
Mientras se la llevaban detenida, escondida detrás de un arrayán gigante, su "doble" observaba la escena. Cuando todos se fueron, lavó sus manos ensangrentadas en el lago, se abrazó a la estatua y desapareció.
A Juana la condenaron a cadena perpetua, su mirada sigue perdida y nunca más habló. Todas las noches, sola en su celda, saca de debajo de su almohada una foto en la que se ven sus amigas, ella con su vincha preferida y, detrás, la estatua de una ninfa .
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