A mí eso me estuvo pasando toda la vida. Recuerdo gracias a una vecina, que cada año me regalaba lo mismo: por Reyes, un par de zoquetes o un pañuelo, seguramente porque era más económico. Me eran útiles.
Al verme cara de desilusión, mi madre me decía: “Lo que tenés que hacer es darle la gracias y decirle que justo era lo que esperabas”.
Pero el caso es que yo esperaba otra cosa: un conjunto de fútbol o una camiseta de mi equipo preferido. Creía que iba a ser un jugador de fútbol famoso.
Así que nunca tuve aquel conjunto, que era lo que más esperaba. O sea que los regalos son un poco como lo trenes de las canciones: o lo tomas cuando toca o pasan de largo y no vuelven.
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