Lectura de imágenes - Claudia

A mi habitación, de techo abovedado y cama con dosel, donde me encuentro moribundo, acordaron en llegar unos cuantos diablillos que beben y se divierten e intentan comprar mi alma con oro, mi debilidad. 
En el arcón, a los pies de la cama, un anciano que apoyado en su bastón guarda monedas en un saco, como lo hiciera yo en otro tiempo. 
Junto a mí un eterno observa suplicante mientras extiende su mano hacia el Cristo en la única ventana. 
La puerta se entreabre. Ella se asoma, apenas envuelta en trapos. Sus cuencas vacías miden la distancia entre la flecha que sostiene su huesuda mano y mi pecho desnudo.



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