Inesperado
Fue realmente una sorpresa que Marisa incluyera mi nombre para participar de una charla/entrevista con un ceramista cubano que vino a la Argentina a mediados de los 90. Era una oportunidad de conocer de primera mano una situación complicada y bastante secreta. Por lo tanto, acomodé los horarios de mis hijos y de mi trabajo y fui decidida a disfrutar.
Ya sentada en una banqueta alrededor de la gran mesa del taller, creí sentir alguna pequeña corriente en mis tobillos, pero nada demasiado relevante. A medida que iban llegando fui testigo de la presencia del gato de la casa. Sentado sobre sus patas traseras, muy erguido al lado de la puerta de entrada, parecía el portero que amablemente dejaba entrar y ubicarse en su lugar al que llegaba para luego refregarse por las piernas dejando su marca de feromonas y volver a su lugar.
Cuando estuvimos todos y la anfitriona hizo la presentación del invitado, el gato trepó al tercer escalón de una estantería y desde allí pareció estudiar al auditorio con una mirada intensa. Se ve que ahí no era un buen lugar o que vio algo mas interesante porque enseguida bajó y caminó majestuosamente por la mesa despertando la hilaridad de la mayoría. Pero su destino estaba un poquito más allá… estiró sus manos sobre mi hombro izquierdo y dando un pequeño salto se acomodó rodeando mi cuello. Contuve la respiración. ¿Sabía ese animal que de todas esas personas tal vez la única que le tenía cierto recelo y desconfianza era yo? A pesar de que me parecen muy estéticos, en general no quiero mucho a los gatos.
Marisa vino rápida a salvar la situación y cuando lo levantó, con sus uñas clavadas en mi pullover, maulló de una forma que resonó durante bastante tiempo en mi cabeza haciéndome olvidar del artista y su mensaje. ¿Habrá sido tan interesante la conferencia del cubano?
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