Debo reconocer que el mellizo era un joven que metía miedo.
Los hermanos Gomez, mellizos, habían llegado al barrio hacía más o menos dos años. Nos enteramos de que eran mellizos por doña Luisa, la vecina. Todas las tardes, salía con su mascota a recorrer el barrio y, de ese modo, lograba enterarse de todo lo que acontecía en el vecindario.
—Son mellizos —le comentó a mi madre.
—Pero si no se parecen en nada —le respondió ella.
—Es que solo los gemelos son idénticos, los mellizos no.
—Con el carácter que tiene el más alto, no van a lograr hacer muchos amigos —prosiguió.
—No prejuzgue doña Luisa, no ha de ser para tanto. Que tenga un buen día.
A mamá, no le gustaba que las personas hablaran mal de otras sin casi conocerlos. De todos modos, cuando regresó a casa, me preguntó.
—¿Vos has tenido oportunidad de hablar con los vecinos de la casa de la esquina?
—¿Con los mellizos? —pregunté.
—Sí, con ellos. ¿Qué te parecen?
—Y... hay uno que mete miedo, el más alto
—¿Y por qué?
—Siempre que pasa, he tratado de saludarlo. Pero sólo me mira con cara de pocos amigos y no responde. Además, esa barba tupida que tiene y la joroba en la espalda te intimida un poco.
—Eso no tiene nada que ver, no todas las personas pueden ser agraciadas, eso es prejuicio.
—Entonces, ¿por qué no saluda? No habla y siempre camina agachado, mirando para todos lados, como si buscara algo o a alguien a quien lastimar. En cambio, el hermano es otro tipo de persona, muy agradable
A pesar de todo, mi madre, me recomendó que fuera respetuoso y no hiciera ningún tipo de comentario impropio sobre ellos.
Pasó un tiempo y en el barrio comenzaron a ocurrir cosas extrañas: la desaparición del perro de doña Luisa y de la bicicleta azul de mi amigo Pedro, la rotura de vidrios de varios coches, algunos robos pequeños. Y lo peor era que de madrugada se escuchaban disparos.
Tomó intervención la policía. Todos los vecinos apuntaban a los vecinos más nuevos: los mellizos (poco se sabía de ellos). Y sobre todo, al más alto y raro.
Se los investigó un tiempo y, para sorpresa de todos, un día las autoridades allanaron su casa y sacaron esposado a uno de los mellizos, al más amable. Resultó ser que tenía un interesante prontuario.
Desde ese día, todos respetamos la manera de ser y vivir del otro mellizo, el raro. Pero, insisto, el mellizo metía miedo.
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