Sputnik - Osvaldo

Sumire entró con paso firme a la joyería y pidió que le mostraran el mejor anillo de compromiso que tuvieran. El joyero le presentó uno: la hermosa piedra solitaria, brillaba como un diminuto sol resplandeciente. Sumire contemplo  el anillo y con una sonrisa lo aprobó. Preguntó  luego el precio y se dispuso a pagarlo.

—¿Se va Ud. a casar pronto? —le preguntó  el joyero.
—No —respondió—, ni siquiera  tengo novia.

La muda sorpresa del joyero divirtió a la compradora.

—Es para mí mamá —dijo Sumire— Cuando yo iba a nacer estuvo sola. Alguien le aconsejó que no me tuviera así se evitaría problemas. Pero ella se negó y me dio el don de la vida. Y tuvo muchos, muchos problemas. Fue padre y madre, mi amiga, mi hermana y mi maestra. Me entendió en lo que siento y soy, ahora que puedo le compro este anillo de compromiso, ella nunca tuvo uno. Yo se lo doy como promesa. Sé que ella hizo todo por mi, ahora yo haré todo por ella.

El joyero no dijo nada, solamente ordenó a su cajera que hiciera a la señorita el descuento aquel que se hacía nada más que a los clientes importantes.

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