En 1954 fuimos a vivir a Cipolletti (la segunda ciudad Rionegrina más poblada). Vaya a saber por qué fue precisamente allí dónde terminé mis estudios primarios. A poco de iniciarse las clases, la maestra presentó a un nuevo alumno perteneciente a una familia de inmigrantes españoles. Se trataba de un chico de pocas palabras y buen comportamiento.
Por aquellos tiempos teníamos, además de Aritmética, Lenguaje e Historia; Labores. No recuerdo para nada qué fue lo que hice yo en esta asignatura, pero sí lo que hacía el recién llegado quien, dicho sea de paso, pertenecía a una familia muy humilde. Recuerdo que valiéndose de un trozo de varilla redonda envolvía tiras de papel de diario que recogía de la calle hasta hacer un canuto que, cuando adquiría el diámetro deseado, pegaba el extremo con una sustancia que obtenía de una planta de ciruelas que tenía en su casa. Llegó a fabricar algo así como seiscientos "canutos" que luego unía cada veinte pasando alambre de fardo que encontraba entre los deshechos de las obras en construcción. Una vez reunida la cantidad necesaria los ataba por arriba y los usaba como cortina para espantar a las moscas en la puerta de la cocina.
En el año 2004 (50 años después) viajé a Cipolletti por otras razones, pero además para ver si podía dar con él. Le relaté el episodio para saber si todo eso había existido o se trataba de una fantasía que yo había imaginado (había pasado medio siglo). La sorpresa fue mayúscula cuando me dijo "la tiene mi papá en la puerta de la cocina de su casa y no tiene moscas".
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