El perro - Silvia

Anita es joven (muy) y decididamente bonita. Pero además se crio en lo que podríamos llamar una familia acomodada. Así, sus días transcurren con la despreocupación y el desparpajo de quienes no conocen urgencias ni incomodidades. Siempre que sale de casa lleva atuendos de diseñador, los accesorios cuidadosamente engamados, el pelo y las uñas impecables y a la moda, entre las rutinas de training invariablemente hay que dejar espacio para las visitas a la peluquería. Otro tópico del cliché de “chica bien“ son las vacaciones en balnearios top de la costa argentina y uruguaya, pero incluso hay planeado un viaje a Miami pronto ("Cuando termine esta pandemia", dicen en casa).

Desde antes de anoche en la casa están todos molestos.

—¿De dónde salió ese perro atorrante? ¿Cómo puede ser que los de la guardia no controlen que no entren animales? ¡Voy a hablar con la administración!

El can en cuestión no resultaba bienvenido por unos cuantos motivos. Se supone que en los countries no debería haber animales callejeros, en eso insisten siempre los vecinos que pagan “una fortuna de expensas“ para no tener que lidiar con ciertas cosas que puedan desentonar con las aspiraciones de tranquilidad y estética visual. Por si esto fuera poco, este pichicho es bastante poco armonioso, podría pensarse que la Naturaleza se divirtió en revolver y combinar caracteres a través de generaciones de apareamientos poco planificados. Sus patas son chuecas y demasiado cortas en proporción con la robustez del tronco y el tamaño de la cabeza. Tampoco la paleta de colores pareció ser usada con inspiración, arrojó una mezcla de patrones en el pelo que lo hacían distinto a cualquier perro que nos pueda resultar familiar a la vista y para nada agradable. Para empeorar todavía más el panorama, este animal se dedicó a levantar la pata en los marcos de todas las puertas y ventanas durante los dos días con sus noches que pasó junto a esa casa, la casa de Anita, de la que se resistía a alejarse a pesar de los baldazos de agua (habían empezado con fría pero a medida que la indignación familiar aumentaba llegaron a usar agua caliente).

A la mañana del tercer día Anita fue llevada al consultorio del veterinario. Nada que no hubiera sido considerado antes por la familia –los “humanos“ de Anita. Ya conocían las recomendaciones de la esterilización temprana y su valor en la prevención de enfermedades del aparato reproductor. Sólo que se habían dejado estar un poco después del primer celo y la manifestación del segundo los tomó casi por sorpresa y con la indeseable visita del “galán“ en la puerta. Está anocheciendo, Anita hace horas que volvió a casa, pero la tarde se le pasó casi sin darse cuenta, en la duermevela de los anestésicos que todavía dan vueltas por su sistema. Se siente un poco tambaleante, la visión periférica también es rara porque se la bloquea el collar isabelino. En uno de sus costados tiene el pelo afeitado y una herida con puntos. La herida cicatrizará, los puntos se retirarán y el pelo, cuando crezca, hará invisible la marca de la cirugía. Todo eso ocurrirá en poco tiempo. Pero mucho antes, podría aventurar que ya mismo, Anita habrá olvidado la presencia y los olores del cusco que sin saberlo ofició de acelerante en la toma de decisiones de una familia de clase media un día cualquiera. 

1 comentario:

  1. Victoria: este texto lo escribí en el marco de otra consigna, que era sobre alguien que llevaba una vida mundana cuando un acontecimiento se presentaba en su puerta y su vida cambiaba.

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