Polo vivía en Argenlandia, una tierra llena de paisajes coloridos, paradisíaca, con ríos cristalinos, rodeada de montañas y verdes valles. Pero Polo no era feliz porque vivía encerrado en una jaula, era el elefante del circo Covid. Allí los animales estaban todos en jaulas, solo salían para trabajar en el momento de la función.
Polo observaba el cielo celeste y soñaba con ser pájaro, ellos sí sabían de libertad. "¿Para qué vivir en un país tan bonito si no podemos bañarnos en el agua del río, ni disfrutar de la sombras de sus árboles, ni caminar por los senderos llenos de flores de colores?", se preguntaba Polo.
Un día, el elefante se despertó y vio que su jaula no tenía el candado. Con su gran pata la abrió y empezó a correr. Pisó la tierra húmeda, sintió el aire acariciar su piel áspera y rugosa, el calor del sol le hacía cosquillas en las orejotas... ¿Sería eso la libertad?
Corrió y corrió hasta llegar a una casa con un jardín lleno de árboles frutales y de flores. Se podía ver una huerta repleta de verduras. Polo comió un par de hortalizas y despacito entró a la casa. Al principio, rompió varios floreros y algunos muebles, hasta que se acostumbró a caminar haciéndose chiquito, como le había enseñado a fuerza de golpes, gritos y varias cicatrices el dueño del circo para que aprendiera a entrar en esa diminuta caja de cristal, solo para que los espectadores chocarán sus manos y se rieran de él.
Así, haciéndose pequeño, entró en el placard y, así, fue cómo Laura, una niñita de rizos y grandes ojos negros, lo encontró. Al principio, la niña no salía de su asombro, no es común encontrarse un elefante de ojos tristes en el ropero. Primero sólo gritó, luego empezó a acariciar a Polo y al poquito tiempo, como solo saben los niños y los animales, ya se querían y eran amigos.
El elefante le contó que él quería ser libre. Recordaba sus primeros años en la selva, rodeado del cariño de su madre y sus hermanitos, cuando vivía en total libertad. Esa palabrita que solo cobra sentido cuando la perdemos, ese derecho a vivir sin pedir permiso, experimentando sonidos, olores y sabores, equivocarse y ser responsables del error, elegir amigos y enfrentar enemigos. Laura entendió a Polo, ella hacía cinco largos meses que vivía encerrada en su casa sin poder ver a sus amigos, a sus adorados abuelitos y a su dulce seño Margarita y sin poder ir a la plaza , todo por culpa de un virus .
Así fue como los dos se unieron para romper las cadenas de la esclavitud. Laura llamó a su tío preferido, Fabián, que era veterinario, para que los ayudara. Fabián usó sus contactos y con la colaboración de algunas personas de corazón tan grande como el elefante Polo, movieron cielo y tierra para que éste regresara a la selva y lograra ser libre.
Actualmente, Polo vive feliz con sus amigos en su hábitat natural y Laura sigue esperando que algún día el virus decida irse y se abran las puertas para ir a jugar.
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