Los clones peligrosos
Estaba terminando el último capítulo de un libro fascinante, cuando sonó el teléfono. ¿Quién sería el inoportuno?, me pregunté.
—Hola, sí, Javier, ¿qué querés a esta hora?
Del otro lado, mi primo, muy arrebatado, me decía “venite ya, que quiero que veas algo imposible de creer”. Con mis mejores modales y una gran paciencia me dirigí a la habitación de Javier. Estaba pegado a su telescopio de última generación, con un zoom impresionante. Hasta una hormiga a 5000 metros podía ver. Y me llamaba desesperado para que viera lo que sucedía a casi 150 metros de su balcón.
—Fijate, fijate bien esos hombres ahí, cerca de la fuente, donde está la estatua, al lado del roble. ¿cuántos hay? —me preguntó.
—Cuatro —le contesté yo— ¿Pero son todos iguales? —le pregunté.
—Sí —me contestó— pero seguí mirando, a ver si sale alguno más.
—¿De dónde? le pregunté
—De la estatua.
—¿Me estas cargando?
—No, dale, prestá atención.
A los cinco minutos vi salir otro, de la misma estatura, con la misma ropa. Acerqué el zoom y les puede mirar las caras. Sí, eran todos iguales, pero se peleaban entre los dos y luego los otros les explicaban algo. Se iban todos juntos pero calmados. ¡Qué situación rara e inexplicable!
Javier, ya más sosegado, los siguió hasta donde se dirigían, constató dónde entraban y luego comenzó a contarme la aventura increíble: esa era la tercera noche que sucedía esto mismo. Ya había contabilizado ocho hombres iguales. Venía uno, tocaba la estatua, salía un hombre bastante violento y armado, pero no sé cómo se calmaba cuando el que lo ayudaba le explicaba algo. Después se iban juntos hacia ese galpón que estaba al fondo, por ese camino de tierra, a 200 metros de donde estabamos.
Lo malo era que nosotros habíamos llegado hacía dos días y si esta gente estaba juntando hombres para armar un ejército o una banda de envergadura, ¿cuántas personas serían en total?
La semana anterior estaba mirando la televisión y decían que en Alemania unas 300 personas habían realizado un acto con la bandera del Tercer Reich frente al parlamento. Y se suponía que había alrededor de 30.000 personas adeptas al partido. Esto había que hablarlo con alguien de confianza y que tuviera poder como para investigar y accionar.
El tema era que estábamos de vacaciones en la casona de los abuelos y teníamos que comunicarnos con el inspector en jefe, amigo de nuestros padres. Marcel Linarét nos conocía desde chicos y podíamos confiar en él.
Al día siguiente, bien temprano, desayunamos rápido y nos fuimos para el centro. Ya le habíamos sacado el número de teléfono de la agenda a mi papá, para avisarle con tiempo y encontrarnos con él, a la hora del almuerzo.
Javier comenzó con la historia desde el principio y yo corroboré lo sucedido la noche anterior. Nos escuchó atentamente, luego decidió ir a casa por la noche para confirmar los hechos. No teníamos que comentar nada porque resultaba increíble.
A la misma hora, desde la misma ventana, estábamos los tres observando qué sucedía cerca de la fuente. Y sí, otra vez la misma situación. No cabía dudas, era una operación de gran envergadura. Sólo quedaba la investigación inmediata y el accionar del servicio secreto.
Cuando investigaron en el galpón, que además contaba con 100 hectáreas para realizar el entrenamiento y era vivienda, depósito de armas, garaje de camionetas especiales, encontraron 250 hombres iguales, uniformados, entrenados para destinarlos a menesteres de origen desconocido. Lo que nunca supimos fue quiénes eran los responsables directos de esta confabulación absurda y gigantesca, criminal y dantesca. Todavía no me alcanzan los apelativos más desagradables para nombrar esta operación perversa, agresiva, terrorífica, cuyo único fin era dañar y perjudicar a gente normal, de una ciudad como la nuestra.
Esos hombres no eran seres humanos comunes. Eran asesinos y, como tales, tenían que desaparecer de la sociedad. Ese plan ya estaba en marcha, como la desaparición de la estatua, que gestaba estos macabros clones. Cuando termino de leer un libro o luego de ver una película rara, siempre pienso lo mismo: “la realidad supera la ficción.
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