Desde el clóset - Fabiana

Una llave con una dirección. Barría debajo de la cama y allí apareció. Me invadió la curiosidad, algo me decía que tenía que abrir la puerta de la verdad.

Fui temprano. La dirección me llevó a una playa con arenas blancas y un mar cálido, la llave a una casita de paredes rosas con grandes ventanales que daban al mar. Entré, recorrí la sala con pocos muebles, la cocina ordenada y pequeña. El baño, limpio, era anticuado, con bañera con patas de león y grifos dorados. Entré a la única habitación con cama matrimonial y un enorme ropero.

De pronto, alguien entró a la casa y me escondí en el armario. El corazón galopaba dentro de mí pecho. Escuché voces lejanas, risas, silencios, el sonido metálico de una llave que chocaba contra el piso. Ruido de pasos que se acercaban, el chillido de la puerta..."Necesitan aceite las bisagras", pensé. Sin duda estaban en la habitación. Olía a perfume francés mezclado con un perfume conocido para mí. Me negaba a pensar, me latían las sienes. Sentía náuseas. 

Por un pequeño agujerito de la puerta del placar vi la cintura de una mujer, cortada por una mano masculina que la sostenía. Reían, hablaban bajito, con la respiración entrecortada, agitados. Sonó una palabra tierna dicha por la voz femenina.

La cama chillaba, "debe tener el elástico roto", pensé, entre furiosa y divertida. 

La voz conocida llenó la habitación de palabras tiernas, de esas que atraen como un imán, de esas que te atan con cadenas, te atrapan como red, te ilusionan, te llevan al cielo y al infierno. Cerré los ojos, no quería llorar, no iba a llorar.

Escuché el ruido de las olas que rompían cerca. Abrí los ojos, apenas vi la proyección de unos rayos de luz, imaginé que debía ser el sol que entraba por la ventana.

Jadeos, chillidos, gritos contenidos, dos voces que se mezclaban y un silencio final que olía a placer. Volví a cerrar los ojos, se me venían a la mente los últimos 15 años de mi vida: palabras hirientes, prohibiciones, gritos, insultos, desprecio, amigos perdidos, mentiras... Golpes.

Abrí la puerta del armario. Los vi allí desnudos, abrazados, dormidos. Miré la escena, era lo mismo que ver una obra de teatro... tenía que pensar, pero no pude.

Y disparé la bronca, el terror diario, las humillaciones, los monstruos que me acechaban permanentemente. Disparé mi orgullo, mis ansias de libertad, las cicatrices de mí cuerpo. Apreté con fuerza mí vida y la de mis hijos. Me dolía la mano.

Disparé...


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Reflexión final - Fabiana

Este año viví, y creo que no fui la única, todos los estados de ánimo. Tuve días de alegría, de esperanza, de paz, pero fueron muchos los qu...