Sentido de la orientación - Emiliano

Tal vez esté transgrediendo la consigna pero, así y todo, voy a tomarme la licencia. En el año 1950 fuimos a vivir a Rosario y el mismo día en el que ocupamos el departamento que la empresa le había asignado a mi papá, mi hermana (dos años mayor) me propuso salir y recorrer el barrio que nos había tocado en suerte. 

Cuando creímos que teníamos que regresar, no dudé hacia donde debíamos dirigirnos a pesar de que mi hermana pensaba lo contrario. Le di la razón solo para complacerla y llegamos. Fue la primera vez que tuve que admitir (muy a pesar mío) que la orientación no era mi fuerte. A este episodio le siguieron otras similares características de modo que empecé a dejarme llevar sin oponer resistencia. 

Es aún muy común que al salir de un cine y emprender el regreso tome la dirección contraria y me ligue una dura recriminación por parte de mi esposa. Últimamente, cuando salgo solo, consulto el plano de la ciudad de Buenos Aires para evitarme un disgusto mientras analizo la causa de mi desorientación. No son pocas las veces en la que entro a un bar, pido un café y despliego el plano porque no me fío en absoluto de mi capacidad de orientación. 

Hace de esto poco tiempo. Fui a Capital para realizar una diligencia a sabiendas de que una vez en la estación Castro Barros del subte tenía que subir a Rivadavia y caminar nueve cuadras hacia la derecha. Demás está decir que había caminado en el sentido contrario, motivo por el cual tuve que descansar las nueve cuadras y caminarlas en el sentido correcto, con lo cual en lugar de nueve caminé veintisiete cuadras.  Por suerte encontré la causa. Al llegar a Castro Barros subí a Rivadavia por la escalera de la izquierda y caminé hacia la derecha. 

Hace poco tuve que ir a una galería, a cuadra y media de la Avenida Córdoba, y sabía que para regresar tenía que caminar hacia la derecha pero nunca llegué. La galería en cuestión estaba en la mano opuesta de modo que tomando la derecha me alejaba más y más de Córdoba. Afortunadamente ya resolví el problema definitivamente: cuando no tengo dudas hacia donde debo dirigirme, lo hago en el sentido contrario y llego a destino.

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