Un día de verano, Orión conoció a Ema y ambos se enamoraron. Pero el día de la boda, Ema sufrió un rapto por parte de un desconocido, trató de escapar pero los testigos vieron que la subían a un auto y desaparecían. Luego de un mes de búsqueda, llegó la noticia de su muerte, aunque la familia de Ema nunca le permitió a Orión ver el cuerpo.
El pobre muchacho no podía vivir con tanto sufrimiento así que decidió subir al cielo a buscarla. Allí lo recibió San Pedro, el guardián del Paraíso, y Orión le pidió que lo llevara ante su amada. San Pedro amablemente lo dejó pasar, pero con la condición de que no se tocaran, porque sino él no podría volver a la Tierra y aún no era el momento de su muerte. San Pedro tomó un gran libraco, lo abrió en la letra E y empezó a buscar a la muchacha. Buscó y buscó, pero el nombre no aparecía.
Fue así que tuvo que reunirse con Dios que es el que sabe de memoria el listado de los que llegan al cielo, de los que están en el purgatorio y de los que aún están en la Tierra. Así fue como Orión se enteró de que su amada estaba "vivita y coleando" y con su alma rota la buscó con desesperación: merecía una explicación.
Después de recorrer muchos caminos, llegó un día a las Playas del Caribe y allí la encontró tomando sol y bañándose en el mar transparente.
—¿ Qué haces aquí? Mi corazón sufrió, se partió el día en que pensé que estabas muerta. ¿Por qué me has hecho esto? —preguntó
Ema se levantó sin prisa y sin pausa, sacándose los anteojos de sol y sacudiéndose la arena del cuerpo y empezó a hablar.
—Juro que te amo, pero el matrimonio me asusta, creo que no es para mí —expresó.
—Podrías habérmelo dicho —dijo Orión.
—Empecé a pensar en todos los dichos de la familia y amigos sobre el matrimonio y entré en pánico. "Juntos hasta que la muerte nos separe". Tenía 20 años, es demasiado toda la vida.
—Mí corazón murió el día que te marchaste —dijo romántico Orión.
—Te entiendo, pero pensé en la frase que repetías todo el tiempo: "contigo, pan y cebolla". ¡Odio la cebolla! —exclamó.
—Me encanta cocinar, te hubiera preparado tus platos preferidos —dijo con calma Orión.
—También recordé la frase que repetía tu abuela: "el amor es ciego". ¡Dios mio, con lo que me gusta mirar el mar, el cielo, el mundo! —expresó casi gritando la muchacha.
—Yo miro tus ojos y no necesito otro paisaje —dijo casi sin fuerzas Orión.
—También venía a mí mente lo dicho por tu madre: "el amor de la mujer, en la ropa del marido se ve". ¡Imaginé mí vida planchando, limpiando y lavando tu ropa!
—Pero también hay un dicho que dice que "el amor todo lo puede" —recordó el pobre Orión.
Luego de escucharla, ya vencido, tomó la decisión de no insistir más, ya que" el amor no correspondido, tiempo perdido" y " una manera de demostrar la inteligencia es sabiendo ignorar lo que no vale la pena".
Ema siguió tomando sol y bañándose en el mar transparente...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario